Uno de los problemas más grandes que están afectando a la población del mundo, es sin lugar a dudas la contaminación del parque automotor hacia al aire. Latinoamérica está comenzando a padecer este problema de manera desmedida en el aire que respiramos, y esto se debe a diferentes razones. Por ejemplo, hemos comenzado a consumir una alta cantidad de combustibles, la toxicidad se concentra en zonas específicas, además del impacto que causa la deforestación, la contaminación del agua y otros múltiples factores que logran hacer de este aspecto, algo mucho más grave.

¿De qué se trata el Parque Automotor?

Para entender cómo es que este tipo de contaminación afecta la calidad de vida de las personas dentro del país, pero también en América Latina, es esencial que podamos saber qué es. Podemos decir que recibe este nombre el conjunto de cada uno de los vehículos que se encuentran en tránsito por la ciudad, divididos en aquellos de uso privado o particular y aquellos que se emplean para el transporte público, además de los de carga.

La contaminación del parque automotor, es cada vez más obvia, y crece a mayor velocidad debido al hecho que es alimentada por el uso de combustibles, el creciente uso de vehículos y el tiempo que estos se encuentran en funcionamiento. Para evidenciar más la gravedad, debemos considerar que no se han creado medidas adecuadas y el problema ha logrado alcanzar niveles muy altos, que ya han dado alarmas en muchas ciudades del continente.

¿Qué tipo de aspectos inciden en la contaminación del parque automotor?

Existen una serie de factores que inciden en la contaminación del aire por medio del parque automotor, y que deben ser de especial análisis y control en cada país de Latinoamérica con el fin de poder mitigar el impacto negativo en la salud de las personas.

  • El tráfico: es común que las personas suelan quejarse de forma constante sobre el tráfico, las demoras para llegar a algún lugar, horas de atascos y además la contaminación producida por esto. Según estudios realizados por la OMS los límites que son permitidos con respecto al carbono por metro cúbico es de 50 microgramos en el aire, sin embargo, en ciudades como Lima, Buenos Aires, Bogotá entre otras, esta cantidad se triplica.
  • La calidad del combustible: otro aspecto que incide mucho en la contaminación del parque automotor, es sin lugar a dudas un alto número de personas emplean combustibles que no son limpios o de la mejor calidad. Algunos por ejemplo sin mencionar marcas, suelen contener agentes contaminantes como el caso del azufre el cual es liberado al aire cuando se tiene el motor encendido, esto hace que la calidad del aire sea más tóxica. La responsabilidad de las autoridades es sin lugar a dudas el frenar estos agentes tóxicos, pero también ofrecer garantías de combustible más limpio.
  • Antigüedad: un aspecto crucial es el de considerar la antigüedad que poseen los vehículos que circulan dentro de la ciudad. Si bien, son más las personas que piensan en comprar autos nuevos, la comercialización de autos de segunda sigue en auge. El tiempo de uso, además de la calidad del combustible son dos características que inciden en la contaminación. En muchas ciudades de Latinoamérica se busca el poder reemplazar vehículos viejos, especialmente de uso público, para introducir algunos que emitan menos gases tóxicos al aire.

¿Cuáles son los efectos de la contaminación del parque automotor?

Un aspecto que las autoridades ya han identificado es la forma en la que este tipo de contaminación afecta nuestra salud. Podemos decir que algunos efectos son leves aquellos relacionados con problemas para concentrarnos, problemas de visión, dolores de cabeza, problemas para identificar o visualizar estructuras. Otros efectos más graves pueden traducirse en enfermedades que se desarrollan de forma crónica, como es el caso de afecciones respiratorias, cardiacas, cerebrales entre otros.

En casos extremos se ha logrado identificar que muchas personas desarrollan cáncer, especialmente en los pulmones.

Es común que la población, gracias a la contaminación del parque automotor, padezcan de enfermedades como faringitis, bronquitis, neumonía entre otros relacionados con el aire.

Es importante considerar estos aspectos, además del tipo de medidas que se están tomando al respecto.

Más autos, más felicidad

Concedamos que desarrollo es mejorar la calidad de vida, la calidad del ambiente, la seguridad social, la seguridad personal, la educación; y además lograr que estas mejoras se mantengan en el tiempo cuando ya no se esté invirtiendo. Cuando decimos que la economía de América Latina creció en forma significativa durante una década, nos referimos en primer lugar a que exportamos más recursos naturales; en segundo lugar, exportamos más bienes, más alimentos y produjimos más dinero. En el mejor de los casos repartimos más equitativamente ese dinero. Sin embargo, existen aún muchos problemas de calidad de vida en el continente y en algunos casos se agudizaron. Empezamos a sospechar que el crecimiento es un proceso estrictamente económico, mientras que el desarrollo es un proceso principalmente cultural y que uno no necesariamente lleva al otro.

¿Por qué gobiernos bien intencionados, con buenos planteles técnicos y disponibilidad de recursos, no logran resolver los problemas básicos de la sociedad, como la calidad de la educación o del ambiente, la seguridad ciudadana o la salud pública? Sin duda, la respuesta es compleja y las causas muchas, pero el enfoque economicista es una de ellas. Mientras las decisiones estén guiadas por una economía más financiera que humana, seguiremos buscando las soluciones en el crecimiento económico.

Esto puede parecer una exhortación vaga e idealista, pero en realidad es absolutamente práctica y apunta a administrar racionalmente los recursos naturales con que contamos. El asumir que más es sinónimo de mejor, que el crecimiento de la economía necesariamente redundará en calidad de vida – educación, ambiente, salud, etc.– es parte del problema.

¿Por qué los gobiernos celebran como un éxito que aumente la cantidad de autos cero kilómetros vendidos cada año? Básicamente están asumiendo que el poder de compra de automóviles nuevos es un buen indicador de calidad de vida.

Los economistas saben bien que un indicador para ser útil debe abarcar gran cantidad de información, que una sola medición sencilla debe describir una situación amplia. Por ejemplo, para evaluar la calidad de las aguas de una playa recreativa, medimos solo los coliformes fecales –dentro de las decenas de parámetros posibles– porque sabemos que este dato nos hablará de los riesgos para la salud de los bañistas, de vertidos de aguas cloacales, entre otras informaciones. Se trata de un buen indicador, una sola medición sencilla nos da información valiosa y amplia para gestionar la playa.

Volviendo entonces al ejemplo de la compra de automóviles nuevos, ese indicador me estaría hablando no solo del poder de compra de las personas –o de dudosos esquemas de financiamiento–, sino de un incremento en los gases de efecto invernadero y el deterioro de la calidad del aire en la ciudad, de mayor consumo de recursos naturales y generación de residuos de baja degradabilidad, del índice de accidentes y muertes asociadas, de embotellamientos, del estrés y sus repercusiones sobre la salud, del deterioro de la red vial y mayores impuestos, de posible desatención al sistema de transporte colectivo, etc.

Insisto entonces: ¿por qué es motivo de celebración que se vendan más autos? Esto no se debe a que los economistas sean torpes o mentirosos, se debe a que la economía financiera es el paradigma y en ese universo no son fáciles de integrar el tiempo libre o la contemplación de un paisaje.

Los neomalthusianos están desesperados por el crecimiento de la población humana y seguramente tienen motivos, pero tal vez deberían preocuparse por la población de autos, que crece más que la humana y con mayores impactos ambientales. Ya hemos superado los mil millones de vehículos en el planeta y la venta no para de crecer –en el año 2005 se vendieron en el mundo 65 millones de vehículos y actualmente se venden más de 80 millones por año–. Y aunque parece un tanto exagerado, los expertos predicen que el parque automotor en China se duplicará entre 2012 y 2019, llevándolo a niveles similares a los de Estados Unidos y Europa juntos.

Sin mucho esfuerzo, un nuevo “malthusianismo automotor” notaría que los países con más vehículos por habitante no son los más poblados. Tanto China como EE.UU. producen algo más de 20 millones de autos por año, pero en EE.UU. viven 300 millones de personas y en China 1.400 millones. El resultado es que en EE.UU. hay un auto por persona y en China no llegan a un auto cada 8 personas. El problema no es la cantidad de personas sino lo que consumen y emiten las personas –en este ejemplo cada estadounidense consume aproximadamente por 10 chinos– y aunque el principal fabricante de autos, en términos absolutos, es China, la coartada de echarle la culpa a los chinos por la cantidad de vehículos se desmorona rápidamente –es como culpar a los campesinos colombianos por el narcotráfico–. En Suramérica, que entre 2005 y 2012 duplicó la cantidad de autos vendidos de 3 a 6 millones por año, alcanzando la tasa de crecimiento más alta del mundo, el crecimiento en la fabricación de autos se detuvo y en el ejercicio más reciente (2015) el continente volcó al mercado la misma cantidad que en el 2014, mientras que China mantiene para el mismo período una tasa positiva de crecimiento en la fabricación de automóviles, superior al 7%.

Pero la mayor debilidad de los pronósticos de colapso ambiental del malthusianismo es no considerar que los avances científicos y tecnológicos no tienen más límites que la inteligencia humana. Ningún sector de la industria ha experimentado avances ambientales tan espectaculares como la industria automotriz, que cada vez es más eficiente y menos contaminante, contribuyendo cada vez menos en la emisión de gases de efecto invernadero. No tengamos dudas de que en pocos años todos los vehículos serán emisión cero, y aunque no es tema de esta monografía, tampoco tendrán conductor.

Definitivamente, crecimiento y desarrollo no guardan una relación de causalidad, incluso en ocasiones van en direcciones contrarias, podríamos mencionar muchos ejemplos en los que el crecimiento atenta contra la calidad de la vida y el ambiente. El consumo de alcohol, los casinos o la televisión basura también pueden contribuir al crecimiento de la economía, pero seguramente no contribuyan a la educación, la salud o la protección ambiental. Según Ronald Colman, el Exxon Valdez contribuyó mucho más a la economía estadounidense derramando su petróleo que si lo hubiera entregado a salvo en el puerto, porque todos los costos de limpieza, los pleitos legales y el trabajo de los medios de comunicación se agregaron a las estadísticas de crecimiento. Extremando esta hipótesis, las guerras modernas suelen ser un disparador del crecimiento económico, sin embargo nadie en su sano juicio las puede asociar al desarrollo.

Un inmenso cráter dejado por un proyecto minero mal gestionado o el suelo erosionado por las malas prácticas agrícolas no se reflejarán en las estadísticas del crecimiento económico. En una sociedad que persigue el crecimiento en lugar del desarrollo, no somos ciudadanos sino consumidores y no nos rodea la naturaleza sino los recursos naturales.

Hace apenas algunas décadas cada individuo consumía la mitad de recursos naturales que ahora, ¿y somos el doble de felices que hace algunas décadas? En absoluto. En los últimos 30 años hemos utilizado cerca de la cuarta parte de los recursos naturales del planeta, muchos de los cuales no son renovables a esta tasa de explotación –lo que los economistas ecológicos llaman “el consumo del capital natural”–, de modo que redujimos la capacidad del ambiente de generar un flujo de bienes y servicios naturales. Parece obvio que la relación entre consumo y felicidad no es directa, muy por el contrario, no es difícil demostrar que en muchos casos es inversa, que el consumismo es causa de insatisfacción, de depresión y de degradación ambiental.

Tal vez el desafío de un continente joven e innovador sea liderar un cambio de rumbo: bajar la pelota y levantar la cabeza, como se dice en el argot futbolero, desacelerar el crecimiento para construir modelos de desarrollo de escala humana, incluso el decrecimiento puede ser en determinados contextos una estrategia de desarrollo.

América Latina tiene condiciones muy favorables para innovar en el pensamiento ambiental y desarrollar una visión a largo plazo. Una década de crecimiento y, sobre todo, un inmenso capital ambiental, sumado al pronóstico de que durante los próximos años las economías de la región no tendrán mayores sobresaltos – más allá de los escándalos políticos que distinguen a nuestros gobiernos–, la reducción de la pobreza y gobiernos democráticos con sensibilidad social en todo el continente, son contextos muy favorables para la planificación estratégica. América Latina puede resolver la contradicción entre desarrollo y ambiente, construir el escenario inédito de un continente verde y desarrollado. Y tal vez, en el contexto de este gran desafío debemos ubicar a la gestión ambiental de los megaproyectos de inversión que desembarcan en el continente.

Categorías de contaminación del aire

CONTAMINANTES DEL AIRE

DESCRIPCIÓN

CATEGORÍA 1 Los valores de la concentración y del tiempo de exposición son iguales o inferiores a aquellos en

que, dentro de lo que actualmente se sabe, no se observa ningún efecto directo o indirecto, ni se alteran los reflejos o las relaciones de adaptación o protección.

CATEGORÍA II Los valores de las concentraciones y de los tiempos de exposición son iguales o superiores a aquellos en que haya probabilidades de observar irritación de los órganos sensoriales, efectos nocivos sobre la vegetación, reducción de la

visibilidad y otros efectos perjudiciales al ambiente.

CATEGORÍA III Los valores de las concentraciones y tiempos de exposición son ¡guales o superiores a aquellos en

que haya posibilidades de observar desórdenes en las funciones fisiológicas vitales o alteraciones que pueden provocar enfermedades crónicas o acortar la vida.

CATEGORIA IV Los valores de las concentraciones y de los tiempos de exposición son iguales o superiores a aquellos en que haya probabilidades de que se

produzcan enfermedades agudas o defunciones en grupos vulnerables de la población.

FUENTE: Adaptación de S. E. Manahan, 1994.