Partiendo de una apropiación teórica sobre la redacción científica y la escritura académica este artículo, originado en uno de los Seminario-Taller sobre Redacción Científica, ofrecido por el autor, presenta algunos de los errores más usuales que solemos cometer quienes pretendemos redactar un artículo científico. Se incluyen, además, algunas apreciaciones para evitar tales errores y para redactar un artículo científico.

A manera de introducción: la redacción científica y la escritura académica

En general, la escritura suele clasificarse desde 3 grandes tipos de escritos: los informativos, los subjetivos –de carácter estético y corrientes– y los conminativos, interactivos o sociales (Niño, 2000, pp. 330-331); del tipo informativo se desprende el género escritural científico (Niño, 2000, pp. 330) dentro del cual la escritura académica es antecedente de la discusión y teorización propias de la ciencia.

No obstante, otra clasificación válida, intitulada como tipos de escritos y de textos puede encontrarse en el Instituto Cervantes (2006, pp. 61-63): textos narrativos, textos descriptivos, textos expositivos, textos argumentativos. La escritura académica, sería parte de los expositivos y de los argumentativos; los primeros, por la necesidad de propalar los resultados, parcial o totalmente, de un proceso de investigación; los argumentativos, porque una clave para que un texto científico sea lo más claro y denotativo posible es la de partir de una tesis que “se ha de expresar mediante una oración de la forma más breve y clara posible, [con el fin] de que sea claramente identificada” (Instituto Cervantes, 2006, p. 63).

Como puede leerse hasta ahora, las fronteras entre escritura académica y redacción científica implican que la segunda contiene a la primera. Incluso, la escritura académica suele definirse como una técnica de la redacción científica. En Romero (2011) puede leerse:

La expresión redacción científica encierra tres principios fundamentales: uno, relacionado con la escritura, como actividad propicia e inexorable de un investigador o de un grupo de ellos, cuya necesidad radica en que aquello no publicado es desconocido e inexistente tanto en el contexto académico, como en el científico.
[Escritura académica]. Un segundo vinculado con los componentes de un escrito, en el marco de la dicha redacción: los argumentos sobre las opiniones; lo principal sobre lo detallístico; lo sustancial sobre lo accesorio; lo necesario sobre lo preferible y lo técnico masivo sobre lo individual identitario. Un tercero consistente en los requisitos que debe cumplir todo artículo o escrito en el marco de la redacción científica: un cuerpo de componentes, capítulos o partes, algunos obligatorios otros circunstanciales, con los cuales se cumple tales requisitos (inédito).

Así, la escritura académica es una técnica colegida de la redacción científica, con fines expositivos y componentes argumentativos. Tal técnica implica contextualizar resultados parciales o totales de procesos de documentación o de investigación, de acuerdo con unos requisitos de forma y de fondo; los de forma, principalmente, radican en un número concreto de palabras, párrafos y páginas, y en un discurrir expositivo caracterizado por una estructura ensayística o por una capitular. Los de fondo, a más de ceñirse a estatutos epistémicos de determinadas ciencias o disciplinas, también se relacionan con la fundamentación de lo escrito, bien mediante las correspondientes citas bibliográficas o bien mediante argumentos personales inmersos en lo aceptado por un número considerable de colegas, jurados o árbitros lectores. Los tales argumentos personales son, necesariamente, un resultado de tareas de elucidación teórico-práctica en relación con un tema concreto.

Finalmente, de acuerdo con Corredor y Romero (2004):

La redacción científica [puede definirse como] el estilo escritural [o de escritura académica] inherente a todo discurso organizado en capítulos, subcapítulos, acápites, subacápites, apartados, subapartados, e incisos y subincisos, que dé cuenta, primero, del proceso, luego, del matiz personal y, finalmente, de los resultados parciales o finales de un sumario investigativo. La redacción científica se debe proyectar hacia un destinatario específico, pero, a la vez, universal, debe conllevar el beneficio de una duda que se soporta sobre teorías fundadas, sobre las cuales el redactor se ha basado, bien para cuestionarlas o bien para posicionar su discurso; o, también, se soporta sobre teorías elaboradas como parte del proceso investigativo. A la vez, es un estilo en el que se privilegia lo social y en el que lo humanístico no es pretexto para opinar o para revaluar teorías y teóricos sin la suficiente fuerza argumentativa (p. 21).

Fuente: César Augusto Romero Farfán, UNAM