Hakim Bey, el famoso gurú de la red que alcanzó fama -allá por los 70, recuerdo- con el desarrollo de la rebelde teoría TAZ (Zonas Autónomas Temporales) y cuyo auténtico nombre podría ser Peter Lamborn Wilson, escritor, filósofo y poeta que reside, al parecer, en algún lugar cercano a la ciudad de New York, se interrogaba -con motivo del simposio: Incidencias y disidencias. Utopías y antiutopías de la cibercultura, celebrado en la Universidad de Alicante-… Hakim Bey se decía: «he estado esperando años a que los hackers hiciesen algo y ¿dónde están?”

Aún cuando corriera el riesgo -que lo corro- de ser considerado despectivamente un triste lammer -o lamer, según- de los que se asegura no tienen ni p.i. o bien ser tachado de wannabe, siento no coincidir con Hakim, esta vez. Porque los hackers han estado, están y -modestamente pienso- estarán donde deben. Y entre otros, en Internet. Cuestionarse la ubicación intentando tracearlos es inútil. ¿Es así o no, Claudio?

Claudio Hernández – (que se sepa) – no es un hackers, ni un craker, ni tan siquiera un phreaker. Con el máximo respeto a todos debo anunciar que Claudio es, también, otro auténtico experto que viene a unirse al mundo informático. Y, para mi, todo un descubrimiento de última hora. Yo no le he conocido a través de ningún agujero, bug u hole que se precie. Tampoco he usado de backdoor alguna que pudiera servirme en un exploit. Ni ataques asincrónicos, ni las llamadas bombas lógicas. A él hay que entenderle por sus textos. Sus extraordinarios, complejos y científicos textos. Los libros que Claudio escribe no tienen firewall que impida el acceso a su comprensión, muy al contrario. Leerle no es hacer ingeniería social, ni se precisa conocer PPP, TCP/IP o UDP. Para recepcionarse en sus páginas no se hace necesario login protocolario alguno, ni asumir el rol del pirata informático. Que no. Si se me permite la expresión, aseguraría que Claudio Hernández es, tal vez, un sysop del conocimiento informático a la par que un root literario que describe a los personajes con acierto.

Kevin Mitcnick, por ejemplo, es una de esas figuras legendarias que tan inteligentemente están explicitas en los textos de Claudio Hernández. Con minuciosidad, paso a paso, sin necesidad de usar superzapping, sin tener que sacar password alguna de entre las lineas ortográficas, Claudio nos narra, nos hace como un criptoanálisis del verbo en si. En un alarde de paciente conocimiento nos va adentrando en esa pedagogía de altura casi sin darnos cuenta. Cuando lo adviertes ya estás participando de su ciencia ávidamente. Página a página. Es difícil comenzar un texto de Claudio Hernández y no leérselo de un tirón. Te entusiasma, se queda en tu mente como un caballo de troya cualquiera que hubiese madrugado para hacer trashing electrónico en tu cerebro físico. Y te cuesta olvidarle porque sus obras son magistrales.

Recomendar el libro de Claudio Hernández no es ninguna obligación, es un placer. Como pedagogo puedo aseverar con rotundidad que se aprende mucho prestando la debida atención a su contenido. Y quién sabe si, saturados de su ciencia, algún día podamos llegar a navegar por ese lado oscuro de la red y curiosamente olisquear… sin causar daño a nadie ni a nada. Porque hay que ser tan respetuosos con los demás como con uno mismo. Que quede suficientemente claro. Y a nadie le apetece ser crackeado, aparte -es obvio- de lo delictivo que supone esa tarea ilegal. Quiero terminar diciendo, como al principio, que Claudio Hernández no es ningún hackers, (ni yo tampoco) aunque… ¿Tu qué piensas de ello, querido lector?

Sinceramente creo que ha llegado el momento de marcarme un logout, lo más rápidamente posible. Pero antes del adiós informar que el libro de Claudio Hernández, por gentileza del autor, se encuentra disponible gratuitamente (entre otros lugares) en mi página web cuya url figura al pie. Hasta siempre…

Este documento es de distribución libre y gratuitamente