Cuando enviamos un correo electrónico o, bien, una solicitud para visitar un website o blog o, también, cuando alguien pretende saber dónde están todos sus datos personales o donde se encuentra toda la información que guarda en Facebook, Twitter e, incluso, en Google, existe una barrera porque nadie quiere que lo sepamos.

¿Es posible que una abuela octogenaria que está tejiendo en su silla nos deje sin la  Red, porque internet no es una nube?

Existe un interesantísimo libro titulado “Tubos”, escrito por Andrew Blum, en el que nos explica los que es, realmente, internet, cómo se empezó a estructurar en su momento y, además, por dónde pasan las llamadas “autopistas de la información”. Ello, porque internet no es una nube sino, más bien, una maraña de tuberías que es controlada por unos pocos países y enormes empresas.

Ahora, son millones de personas alrededor del mundo, las que dependen de internet, para realizar un (o varios) trabajo y, de paso, conseguir su sustento diario. Sin embargo, esas personas no son conscientes de cómo funciona internet.

Se limitan a encender el PC para, luego, empezar a navegar por decenas de sitios web de todo el mundo, al tiempo que envían correos electrónicos, buscan nuevas oportunidades laborales en ciertas plataformas o, bien, descargan archivos que alguien ha subido a la Red y que pueden estar al lado opuesto del mundo.

Como internet no es una nube, ¿qué les sucedería a esas personas si, de un momento a otro, dejaran de tener internet?

Muy claro y evidente: ya no podrían acceder a ningún website, ni enviar o recibir emails. Así de escueto y contundente. Es lo que le aconteció, precisamente, al precitado escritor y periodista Andrew Blum. Resulta que cierto día, una ardilla mordisqueó un cable de cobre del barrio en el que vivía y, de repente y como es obvio, su conexión con el mundo se canceló.

Así las cosas, la preguntas obligadas son ¿de dónde viene este cable que le llevaba el internet a la casa de este escritor? Además, ¿cómo es que ese cable es capaz de conectarse a un website que está en el lado opuesto del mundo?

Con estas preguntas que, dicho sea de paso, fueron las que se formuló Blum, le surgió la idea de escribir “Tubos”, que es un excelente libro que explica cómo internet en mucho más real, concreto, tangible y frágil, de lo que todos nos imaginamos. En otras palabras, internet no es una nube.

Durante cinco o seis meses, este escritor se dedicó a seguirle la pista al cable de internet que salía de su casa y le conectaba con el resto del mundo y, en tal virtud, descubrió que este cable se convertía en un tubo repleto de otros cables similares, que llegaban hasta una central local de comunicaciones.

Otro tubo más grande, aún, conectaba esa central con un centro regional de comunicaciones, por lo que internet no es una nube

Resulta que, de dicho centro regional de comunicaciones, salía otro tubo, aún más grande, que era (y sigue siendo) una verdadera tubería de datos que, a su vez, conectaba con alguno de los centros de comunicaciones más importantes de su país.

Descubrió, también, que de estas centrales de comunicación salían otros cables, más grandes incluso, que cruzan los océanos de todo el mundo por debajo de la superficie del agua y, de paso, conectan con los centros de comunicaciones de muchos otros países.

De esta manera, entonces, cada vez que enviamos o recibimos un dato por internet, dicho dato viaja por toda esta maraña de tubos y cables, casi que a la velocidad de la luz. Por tanto, en menos de un segundo nuestro dato o mensaje o, bien, nuestra búsqueda en Google y todos los buscadores le pueden dar la vuelta al planeta, sin que lo sepamos.

Así las cosas, esa supuesta “nube” de la que tanto se habla e, incluso, se alardea, en realidad es un enorme conjunto de tubos que tienen una existencia real, tangible, física y concreta, al tiempo que se encuentran enterrados bajo la tierra o debajo de la superficie del agua, por lo que pueden ser vulnerables. Por ello, internet no es una nube.