Este libro es un libro de cuentos. Sí, cuentos. Cuentos de magos, de aviones que no se caen, de autos que van muy rápido por la ruta. Cuentos sobre chocolate, sobre viajes de caballos en un tablero de ajedrez, de estrategias, de sorpresas. Cuentos sobre la escoba de quince o el juego del diez mil.

Algunos están más ligados con la vida cotidiana: ¿cuánto di­nero tiene que invertir un padre si quiere ayudar a su hijo a comprar figuritas con jugadores de fútbol que le permitan llenar un álbum? Y si uno está en un supermercado y hay varias cajas, ¿por qué las de al lado se mueven siempre más rápido que la que eligió uno? O al menos, eso es lo que parece, ¿no? Y no me va a decir que nunca se preguntó cómo puede ser que consultando nada más que a mil personas uno puede inferir quién va a ser el futuro presidente elegido por más de 30 millones de personas. ¿Cómo saben? ¿Cómo se hace? ¿Será igual que para medir los ratings de televisión?

Por otro lado, tengo un cuento que habla sobre cuán seguros son los aviones y cuán improbable es que haya un accidente. ¿Cambiaron las estadísticas con el tiempo? ¿Y cómo serán en el futuro? Y si uno pudiera optar para unir los puntos A y B usando un auto, un tren o un avión, ¿siempre conviene ir en avión?

En este siglo explotaron los teléfonos inteligentes (todavía llamados celulares). Es que además de comunicarnos cumplen mu­chísimas otras funciones. Por ejemplo, si uno recolectara toda la información que proveen estas mini computadoras, ¿se podrán usar para saber qué hacer frente a un incendio, a una epidemia o algún otro tipo de catástrofe natural? ¿Podrá la sociedad tomar mejores decisiones sobre qué hacer, hacia dónde ir o cómo ayudar?

Hoy tenemos datos sobre casi todo; ayudan a elegir qué droga tomar, por cuánto tiempo, quién fue el autor de un crimen, quién es el padre de una criatura o si una joven está embaraza­da… Está todo bien pero, ¿qué son los falsos positivos? ¿Cómo intervienen en la vida diaria? ¿Se aplican solamente para detectar enfermedades? ¿No se correrá el riesgo de encarcelar a un inocente, por ejemplo?

Por otro lado, los humanos desarrollamos una fuerte capaci­dad para intuir. Uno llega a un lugar y en pocos segundos ya cree que tiene una decisión tomada sobre lo que está pasando…, pero… ¿está bien esto? ¿Intuimos bien? ¿Cuán falibles somos? La matemática tiene muchas cosas para aportar. Algunos cuentos que encontrará en este libro, servirán para exhibirnos falibles, equivo­cados y hasta arrogantes. Más aún: en situaciones tan ingenuas como un juego de cartas o estimaciones sobre la probabilidad de que un hecho haya sucedido o no, aparecemos desconcertados porque lo que uno sospecha que pasa, ¡en realidad no pasa… ni pasó nunca!

En un libro de estas características, no puede faltar un capí­tulo específico dedicado a analizar deportes y juegos. Por eso, incluí algunos cuentos que hablan del famoso “piedra, papel o tijera”, la “escoba de quince” o incluso el “juego del diez mil”. ¿Jugó alguna vez al 10 mil? Un día me llamó Manu Ginóbili desde Bahía Blanca para decirme que estaba con unos amigos jugando y quería saber cuál era la probabilidad de ganar… o inclu­so de perder. Y jugaban por el honor, no por dinero. ¿En qué mo­mentos conviene plantarse y en cuáles conviene seguir agitando el cubilete? Y para no ser menos, le sugiero que no se pierda en analizar el problema que me planteó Luis Scola, el capitán his­tórico del equipo argentino de básquet. Si le es posible, piénselo a solas y trate de resolverlo sin mirar la respuesta. Dedíquele un rato y apostaría que se va a sorprender.

Y por supuesto, hay cuentos que involucran a magos y som­breros (son clásicos, así que tengo que incluirlos). Pero hay uno especial dedicado al Ta-Te-Tí… Sí, al Ta-Te-Tí. Por ejemplo, si yo interrumpiera una partida que están jugando dos personas y le mostrara el tablero a usted: ¿podría deducir qué pasó hasta allí? Es decir, ¿podría reproducir usted cómo fue que llegaron hasta esa situación? ¿Quién empezó jugando? Si fuera un juego de ajedrez, sería equivalente a que yo le preguntara quién de los dos está jugando con las piezas blancas. Usted podría preguntar­me: ¿y para qué me serviría a mí hacer todas esas deducciones? Vea, le serviría para mejorar su capacidad de elaboración, de ar­gumentación, hilvanar argumentos lógicos, optar sobre posibles caminos. En sí mismo, es poco probable que usted se vea en­frentada/enfrentado a un problema de estas características, pero cuanto mejor preparación tenga, cuantas más veces haya reco­rrido caminos de este tipo, mejor se sentirá cuando se tenga que enfrentar con uno nuevo, ¿no es así?

Voy a aprovechar también para presentarle a un primo del Sudoku; no sé si usted juega al Sudoku, pero en cualquier caso descubrirá que conocer a este pariente le permitirá exhibir y po­tenciar su capacidad para razonar.

Hay un cuento que la/lo invita a ponerse en el papel de árbi­tro de fútbol en un partido (imaginario) entre River y Boca. La pelota salió de la cancha por la línea de fondo. ¿Qué tiene que cobrar el árbitro: córner o saque de arco? Si él no vio bien la ju­gada y se tiene que basar en lo que le dicen los jugadores, ¿puede confiar en que lo que le están diciendo es cierto?

Además, le voy a proponer que me acompañe en un cuento que involucra a dos sabios que quedan confinados en un castillo con dos torres, aislados y con poca información. ¿Cómo hacer para usar las pocas señales que tienen para urdir una fuga?

Tengo otra pregunta: ¿cuán capaz es usted en elegir una clave o contraseña de manera tal que sea lo más segura posible y que usted la pueda recordar sin tener que anotarla en un papel? ¿Se puede? ¿Servirá esto para cajas de seguridad o para cuentas de correo electrónico, por ejemplo?

También tengo un cuento que involucra el pensamiento la­teral. ¿No le fascina enfrentarse con un problema que requiere que usted use las herramientas que tiene pero de forma distin­ta? A nadie se le ocurriría clavar un clavo con un destornillador, ¿no? Pero hay veces en que uno tiene una caja de herramientas y quiere forzar el uso en forma inadecuada. ¿Y si uno pensara distinto? En definitiva, se trata de resolver un problema, ¿qué im­portancia tiene el cómo en la medida que usted pueda encontrar la solución?

Creo que de eso se trata este libro: es un libro de cuentos, de historias, de magos y de personas que nos dejamos seducir, de juegos, magnates, tortugas, liebres, mayordomos, figuritas, bolitas, sombreros, caballos, pergaminos, barras de chocolate, contraseñas, cubiletes, cartas, dados, monedas de oro, escobas de 15, fútbol, sudokus, aviones y autos… La lista podría seguir, pero prefiero parar acá.

Como decía al principio, este es un libro de cuentos, es un li­bro de matemática, es un libro de cuentos de matemática recreativa… o lo que es lo mismo, es un libro con el que me propuse invitarla/lo a pensar, entretenerse, divertirse y educarse… todo al mismo tiempo. Eso es lo que provee la matemática: no conozco mejor combinación. Y si no me cree, pase… y vea, o mejor dicho, pase… y lea.

Fuente: Adrián Paenza