A los futuros físicos

Hace 126 años, el 14 de marzo de 1879, nació —en un lugar de Alemania llamado Ulm— un niño curioso e inteligente que cambió la historia de la física y, con ello, la forma en que vemos el mundo. El fue un chico tímido y retraído; de joven, como tú, sentía una gran curiosidad por entender y descubrir cómo funciona el universo. Su nombre era Albert Einstein.

El joven Albert Einstein terminó sus estudios de física a los 21 años, y a los 23, mientras trabajaba en una oficina de patentes en Suiza, pudo dividir su tiempo entre el trabajo y sus investigaciones; así, en 1905, a los 26 años, dio a conocer parte de su trabajo: tres documentos que revolucionarían el mundo de la física.

Este año celebramos el centenario de la publicación de esos tres documentos y, en honor a Albert Einstein, este es el Año Internacional de la Física.

En este cuaderno de experimentos hablamos de física, y el objetivo de hacerlo es acercar a ti, estudiante de secundaria, algunos conceptos físicos de manera sencilla y divertida, mediante la realización de experimentos interesantes. En él hacemos un recorrido por varios parajes de esta fantástica ciencia.

Mediante diversos experimentos confirmaremos que la física está en todas partes, tanto en una nave espacial como en la posibilidad de hervir agua en un vaso de papel; en el vuelo de un cohete y en una aguja que se torna invisible. Comprobaremos que las máquinas que estamos acostumbrados a ver funcionando se basan en leyes y principios físicos, ya que ¡la física está en todas partes y es fascinante!

Espero que después de leer este cuaderno te resulte más emocionante y divertido el estudio de la física y, sobre todo, te motive a seguir buscando preguntas y respuestas acerca del funcionamiento del mundo que nos rodea, pues como decía Einstein:

«Lo importante es no dejar de hacerse preguntas»

Un viaje por la física:

Aquel viernes por la tarde, Rafa caminaba rumbo a su casa después de realizar un trabajo de investigación junto con un compañero de escuela. Era tan agradable la tarde que Rafa deseaba prolongar la caminata lo más posible. Mientras disminuía, paso a paso, la distancia entre él y su casa, su cabeza giraba alrededor de ideas y preguntas sobre casi cual­quier cosa. Rafa levantaba la cabeza de vez en cuando para mirar la luz que se colaba entre las hojas de los árboles. ¡Qué espectáculo! Pensaba: «como si muchas estrellas colgaran de las ramas del árbol. ¿Qué será la luz?», se preguntaba.

A sus 14 años era un joven que se interesaba por intentar responder la mayor parte de las preguntas que se formulaba. Iba tan absorto pensando en la naturaleza de la luz, que una cuadra antes de llegar a su casa casi lo atropella una bicicleta. Por fin llegó a su casa, dejó sus cosas en una silla y fue a avisar a su madre que había llegado. La encontró tejiendo en un sillón de la sala:

—¡Hola, mamá!, ya llegué.

—¿Cómo te fue?

— Bien, ya terminamos la tarea para el lunes.

—¡Oye!, vino tu tío Angel y dejó un libro en tu cuarto, dijo que te iba a gustar mucho.

Raía se emocionó al escuchar esto, pues todos los libros que su tío Angel le había prestado anteriormente le habían resultado muy interesantes. Mascullando algo apenas entendible, corrió a su cuarto dis­puesto a sumergirse de inmediato en la lectura del libro.

Subió por las escaleras lo más rápido que pudo y al entrar a su cuarto, sobre su cama encontró un libro con pastas bri­llantes, como de metal, y a un costado una nota que decía:

Rafa:

Te dejo un libro muy especial; es de física y estoy seguro de que te interesará mucho. Lee el índice y decide cuáles son los 10 temas que más te interesan. Una vez que lo abras no puedes cerrarlo hasta terminar de leerlos todos.

Te llevarás una sorpresa cuando empieces a leerlo [aunque leerlo es un decir}. No tengas miedo y disfrútalo. Vengo mañana en la tarde por él.

R D. Por cierto, yo mismo lo construí. Cuídalo mucho. Angel

Raía levantó la tapa del libro, aunque decir libro no es del todo correcto; más bien parecía una caja de metal. Dentro había muchos botones y al lado de cada botón una frase pequeña en letras manuscritas.

Intrigado, presionó un botón que al lado decía Principio de Bernoulli y al hacerlo escuchó una voz grave proveniente del libro que decía -te quedan 9 opciones-. Rafa estaba muy emocionado. «Esta cosa habla», pensó. Sin embargo, lo mejor estaba por venir.

Leyó varias veces el índice del libro; prácticamente todo le interesaba. Seleccionó con mucho cuidado los temas que le parecieron más atractivos y, cuando terminó de hacer la selección, el libro se abrió por la mitad mostrando un pequeño cilindro tapado con un cristal y en el interior de éste algo que parecía un foco azul.

Unos segundos después, el foco se encendió, mientras se for­maba un cono de luz azul muy grande, y dentro de éste apa­reció una figura humana: un hombre con barba que vestía un traje muy extraño, como si viniera del futuro.

”¡Un libro virtual!», pensó Rafa.

El hombre miró al chico y le dijo: —Buen día, mi nombre es Alberto Sage y seré tu guía en este recorrido por el fasci­nante mundo de la física, ¿estás listo?

Rafa estaba boquiabierto y sin pensarlo mucho dijo: —sí, estoy listo.

Fuente: CONACYT