El abastecimiento energético de la humanidad dependió, hasta el comienzo de la Revolución Industrial, de las energías renovables. Con la aparición de la industria, los requerimientos energéticos se triplicaron. La imposibilidad técnica de las energías renovables y el mayor rendimiento de unas fuentes energéticas sobre otras, provocaron la sustitución de aquéllas por el carbón, que se convirtió entonces en el principal componente energético mundial. No fue desplazado de este lugar por el petróleo hasta bien entrada la década de los años sesenta. Se inicia desde entonces una fuerte dependencia mundial de esta materia prima, que en 1973 satisfizo casi la mitad de la demanda mundial de energía. En ese momento comenzó la crisis energética.

En 1986 se presentó en España el primer Plan de energías renovables (PER), encuadrado dentro del Plan Energético Nacional 1983/92. El PEN 83 establecía la necesidad de impulsar las energías renovables en nuestro país con el objetivo de reducir la dependencia del petróleo y mejorar nuestro grado de autoabastecimiento. No obstante, el propio plan reconocía la imposibilidad de determinar con exactitud la oferta, y mucho menos la demanda, de este tipo de energías. Casualmente, es en el año 1987 cuando se produce el hundimiento del mercado de crudos, situándose los precios del petróleo al mismo nivel que en 1973.

¿Significa esto que las energías renovables pasarán de nuevo a un segundo plano y no volverán a cobrar importancia hasta que se produzca una nueva crisis energética? Nosotros pensamos que no, y esta obra es prueba de ello.

Es obvio que la humanidad seguirá dependiendo durante muchos años fundamental­mente de las fuentes de energía fósil. Por otro lado, desde el punto de vista estrictamen­te económico, las energías renovables no son competitivas respecto a las no renova­bles. Sin embargo, el empleo de las energías renovables se debe potenciar, ya que:

  • Permiten el suministro energético de lugares aislados, para los que no resulta téc­nica y/o económicamente viable el abastecimiento mediante energías convencio­nales.
  • Generalmente tienen un mayor grado de participación autóctona que las no reno­vables.
  • Son en su mayoría mucho menos degradantes para el medio ambiente que otras fuentes energéticas.
  • Producen beneficios indirectos de diversa índole.

Pese a todo ello, las energías renovables son aún hoy día unas grandes desconoci­das, aunque la opinión pública esté cada vez más sensibilizada con el problema de la energía y del deterioro del medio ambiente. Se han realizado y se siguen llevando a cabo numerosos intentos para orientar al público, por un lado, a un mayor ahorro de energía y por otro, a la utilización de las fuentes energéticas de origen renovable, cuyo potencial no es nada despreciable en España. No obstante, aún no parece existir en el país una conciencia lo suficientemente desarrollada como para que nuestro potencial en energía no convencional sea utilizado de forma que permita paliar, al menos parcial­mente, el fuerte gasto que ocasiona la importación de productos petrolíferos.

Fuente: Grupo Blas Cabrera Felipe